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domingo, 17 de julio de 2011

LA REVOLUCION CULTURAL EN TIEMPOS DE REVOLUCION MEXICANA: EL ATENEO DE LA JUVENTUD.


INTRODUCCIÓN.
Para toda revolución debe existir la crítica y la oposición al estado en turno, estos factores que son creados por las condiciones sociales en que se encuentra una nación, no se reducen sólo a algún sector de la población, si no que, por el contrario, se encuentran presentes en los diferentes estratos de la sociedad, ya sean en mayor o menor medida.
Análogo a lo anterior, la revolución mexicana es un hecho histórico impregnado por la crítica y la oposición, dadas desde diferentes trincheras:
Los campesinos y colonos desde la defensa de la tierra, los obreros y mineros desde sus centros de trabajo exigiendo mejores condiciones laborales, empresarios en la protección de sus capitales, políticos y militares en la defensa y búsqueda de mejores escaños de poder. En fin, la mayoría de todos ellos encaminaron sus exigencias en una lucha armada y desembocaron en una revolución de la cual aun se debaten el grado de transformación que esta obtuvo, el si son puestos en practica sus requerimientos y el si fue o no de carácter homogéneo, es decir, una revolución o muchas revoluciones. Sin embargo, estos puntos no son el tema a tratar en este ensayo.
Abordar a la revolución mexicana requiere ir más allá de las batallas, de la política y de lo económico. Se debe trascender, también, en el plano cultural, rescatar a quienes creyeron que una innovación social en México no se podía reducir a movimientos armados y, por consiguiente, optaron por un movimiento cultural, mismo que en las sendas del conocimiento dio origen a uno de los grupos mas representativos de la vida intelectual de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Se trata del Ateneo de la Juventud. Objeto de estudio del siguiente trabajo.




El conocimiento de un periodo fundamental en la cultura de la revolución mexicana se notifica cuando se aborda al Ateneo, para lograrlo “Existe un par de fuentes primarias fundamental para la reconstrucción histórica del Ateneo de la Juventud. Con los datos de esas fuentes se han hecho sus mejores historias y, en rigor, todas sus referencias dentro de historias literarias, de las ideas y culturales de México en el siglo XX.” En estas se han basado los estudios más completos acerca de este grupo, entre los que encontramos la tesis doctoral del norteamericano John Schwald Innes titulada “Revolution and Renaissance in México: El Ateneo de la Juventud” y el libro de José Rojas Garcidueñas, “El Ateneo de la Juventud y la Revolución”. “Una de esas fuentes es la propia escritura de la asociación civil, que data del momento en que cambió su denominación de Ateneo de la Juventud por la de Ateneo de México, a mediados de 1912. En ella se da la relación de socios fundadores y activos. El documento existe en el archivo de la Academia Mexicana de la Lengua.” De la fuente anterior es de la que se sirve Innes para su estudio, por el contrario Garcidueñas se basa en una segunda otorgada por Alicia Reyes (nieta de Alfonso Reyes) a la revista Plural. Se trata de “una carta de Henríquez Ureña a Reyes, fechada el 29 de octubre de 1913, en la cual, además de dar la nómina de ateneístas, le aporta a Reyes un excelente esquema para escribir un artículo que proyectaba publicar en España sobre la generación y la vida intelectual en México, cuyo título sería precisamente Nosotros.” Entre las dos fuentes, menciona Álvaro Matute, existen datos afines pero también divergencias de información acerca de quienes integraron el Ateneo.
Los propios ateneístas nos han legado amplios estudios, muchos de estos aluden a sus memorias y nos ofrecen un recuento de lo que significo esta asociación ávida de una cultura más amplia. Basta con citar, por ejemplo, un Ulises Criollo (Vasconcelos), Apuntamientos de cultura patria (Antonio Caso) ó un Pasado inmediato y otros ensayos (Alfonso Reyes).
LOS ATENEÍSTAS CONTRA EL POSITIVISMO COMO FILOSOFÍA DEL ESTADO.
El positivismo es un momento histórico que socava al estado teológico de la humanidad y propone a la ciencia como el único conocimiento posible capaz de transformar a las sociedades en su propio dios, esto por medio del razonamiento científico. Esta doctrina que encuentra a su principal exponente en el francés Augusto Comte se vio presente durante el siglo XIX. En México se introdujo el pensamiento positivista hasta el año 1869 por medio de Gabino Barreda, a raíz de una reforma educativa impulsada por Benito Juárez.
Uno de los pilares del régimen porfiriano lo constituía la filosofía positivista, ya que esta además de ser utilizada para justificar su estancia en el poder, impedía cualquier cambio contrario a sus intereses.
Las escuelas dependientes del estado impartían como cátedra al positivismo. A principios del siglo XX como antípoda a esta enseñanza comienza a figurar un grupo de jóvenes (posteriormente denominado Ateneo de la Juventud) que se rebela contra la filosofía oficial, pues consideraban, que no solo dentro de ésta se hallaba a la verdad ya que la ciencia se encuentra en una incesante revolución.


Matute Álvaro. La revolución mexicana: actores, escenarios y acciones; México: Océano, 2002. p 47.
Idem. p.48.
Ibíd.


JUSTO SIERRA Y ALGUNOS MAESTROS INFLUYENTES EN LA IDEOLOGÍA ATENEÍSTA.

Es necesario destacar que el carácter anti positivista de los jóvenes del ateneo hunde sus raíces en algunos casos excepcionales de la docencia porfirista, los escritos de los propios ateneístas nos mencionan quienes eran esos maestros, entre los que figuran: Ezequiel A. Chávez, Porfirio Parra, José María Vigil, Pablo Macedo, Enrique Gonzales Martínez, Luis Urbina y el más citado de todos ellos, sin menospreciar la importancia de los antes mencionados, es Justo Sierra: “entre sus discípulos más destacados se contaron muchos de los miembros de la generación del Ateneo de la Juventud. Tuvo predilección por Antonio Caso, Alfonso Reyes lo conoció de cerca, Vasconcelos hace menciones frecuentes en sus escritos de las cátedras de Sierra, Martín Luis Guzmán lo invoca contraponiéndolo a Bulnes.”
Para comprender mejor el importante papel que juega este personaje en la ideología ateneísta se escribe a continuación parte de una conferencia titulada “el movimiento intelectual en México,” leída en la universidad de San Marcos en Lima Perú en 1916, en la cual José Vasconcelos refiere que a Justo Sierra:

Se debe aquella generación la conciencia definitiva de su propio momento [... ] A los entusiasmos comtistas opuso la fina ironía y la elevación de su pensamiento. Al público ilustrado siempre repitió en sus memorables discursos que la ciencia está muy lejos de ser lo indiscutible, pues sus mismos principios son materia constante de debate, y aun suponiéndola fija y perfecta, ella no es otra cosa que la disciplina y el conocimiento de lo relativo y nada dice, ni pretende decir, sobre los objetos en sí mismos. Los sistemas y las hipótesis científicas, como las filosóficas, declara, son organismos vivos, que, como todo lo que vive, cambia y necesita la refacción perenne de la muerte.
Este hombre extraordinario, que del romanticismo jacobino y todavía más lejos, de la fe tradicional pudo pasar a la comprensión clara de todos los problemas de la ciencia y reformar su mentalidad entera conforme a estas nuevas convicciones; que dedicó toda su energía al magisterio y después a la educación general como ministro de Estado y organizador de la cultura moderna en México, tuvo todavía flexibilidad de espíritu bastante para adivinar los nuevos derroteros de1 pensamiento. En su discurso inaugural de la nueva Universidad, pronunciado en el año del Centenario de la independencia mexicana, reconoce y acoge el nuevo idealismo francés, y también la nueva crítica, la crítica de la ciencia emprendida por los mismos sabios, por los autores de esa ciencia con el propósito de asignar al empirismo su justo lugar entre los recursos admirables del ingenio humano, pero después de calificarlo tan categóricamente como todo lo que procede de la unión miserable y misteriosa de un hombre y una mujer.

“En pleno porfirismo su cátedra significa muchas veces una protesta y una critica.”


Azuela Salvador. La revolución mexicana, estudios históricos; México: INHERM, 1988. P. 4.
Ibíd.


INFLUENCIAS FILOSOFICAS, LITERARIAS Y ARTISTICAS.
El carácter critico que caracterizó al ateneo, no fue posible obtenerlo solamente en las aulas por medio de algunos notables maestros, anteriormente mencionados, para lograrlo los jóvenes del ateneo hicieron de la lectura su pasatiempo favorito, se dieron a la labor de buscar espacios donde pudieran ampliar su conocimiento. De esta manera, crearon pequeños centros de lectura, es decir, cenáculos, entre los espacios que conformaron a estos se encuentran: la casa de Alfonso Reyes, La biblioteca de Antonio Caso, el taller del arquitecto Jesús T. Acevedo e incluso los corredores de la preparatoria donde estudiaban. Pero talvés la pregunta pertinente será ¿Qué leían los ateneístas? Para saberlo bastara con revisar una vez más sus propias palabras. Vasconcelos en la conferencia mencionada en el capitulo anterior nos dice:
Gracias al don de la libertad que nos legaron los reformistas, actuaban otras influencias: allí se discutía a Schopenhauer y de sus ironías y sentencias tétricas se pasaba muy pronto a los estudios de metafísica renovados por él en sus comentarios sobre Kant. Volvimos a meditar el problema del conocimiento, dentro del cual, la ciencia, o lo que es lo mismo, la percepción, es uno de los factores. Paulatinamente vuelve a ganar terreno la Metafísica; la Crítica de la razón pura se hizo el libro del día, y poco a poco aumentaron los lectores de Eucken y Boutroux, de Bergson, Poincaré, William James y Wundt. Otro rebelde, Nietzsche, nos aturdió las orejas de filisteos científicos con las voces elocuentes que al través de los siglos extrae del alma griega en su Origen de la tragedia; y en su Zarathustra nos planteó el problema estético importantísimo y todavía virgen de la significación de la música; nos hizo volver a reír.
Naturalmente que el spencerianismo expuso su teoría del juego como base del fenómeno estético, pero ella no pasó de ciertas cátedras, y fuera el pensamiento se nutría con la doctrina original de Schiller y las de Lessing, Winkelman, etcétera.
Durante el periodo materialista nos domina la crítica inteligentísima de Taine; después, Ruskin ocupa toda la atención y el Oscar Wilde de las Intentions y el De Profundis, por último Walter Páter es tan solicitado que aparece de él una traducción mexicana. Como obras didácticas consultadas en la época, deben citarse las historias de Menéndez Pelayo y de Benedetto Croce, también la de Hegel, aun cuando este filósofo nunca alcanzó entre nosotros la aceptación general acordada a su rival Schopenhauer.

Como podemos ver las influencias provenientes del extranjero son considerables. Los ateneístas se mantuvieron al marco de la cultura global.

EL CONOCIMIENTO LLEVADO A LA PRÁCTICA. ANTECEDENTES INMEDIATOS.



Hasta el momento hemos visto como y en que se sustentaba la actitud anti positivista de los jóvenes del ateneo, sin embargo, la formación de un ateneísta, mas allá de dirigirse a la teoría, requería ser encaminada a la práctica, por lo tanto conformaron como primer paso una revista llamada Savia Moderna, aunque esta tuvo una vida efímera, de marzo a junio de 1906, se constituyo como el antecedente inmediato de lo que después seria la generación del Ateneo de la Juventud. Savia Moderna se dio bajo la dirección de Alfonso Cravioto y Luis Castillo Ledón. En segunda instancia se crea en 1907 la Sociedad de Conferencias, se concibe que fuera Jesús T. Acevedo quien diera la idea de crearla. Sin apoyo oficial ni protección alguna, la Sociedad de Conferencias organizó su primera serie en el salón del Casino de Santa María y la segunda en el conservatorio nacional. “La conferencia se convertía en un instrumento de comunicación cultural a través del cual se acercaba un grupo de jóvenes informados a un publico virtualmente interesado en ponerse al día en cuestiones filosóficas, estéticas y literarias, casi todas relativas al pasado más reciente.” Además de contar con la participación de los jóvenes ateneístas, también, los literatos, poetas, músicos y pintores que habían logrado destacarse en aquellos años fueron participes de esta sociedad.
En su libro “La revolución mexicana: actores escenarios y acciones.” Álvaro Matute nos reproduce los programas.

En el casino Santa María:
1. La obra pictórica de Carrière, por Alfonso Cravioto.
2. La significación e influencia de Nietzsche en el pensamiento moderno, por Antonio Caso.
3. Gabriel y Galán. Un clásico del siglo XX, por Pedro Henríquez Ureña.
4. La evolución de la crítica literaria, por Rubén Valenti.
5. El porvenir de nuestra arquitectura, por Jesús T. Acevedo.
6. La obra de Edgar Poe, por Ricardo Gómez Róbelo.
En el Conservatorio Nacional:
1. Max Stirner y el individualismo exclusivo, por Antonio Caso.
2. La influencia de Chopin en la música moderna, por Max Henríquez Ureña.
3. Gabriel D´Annunzio, por Genaro Fernández Mac Gregor.
4. José María de Pereda, por Isidro Fabela.
5. Arte, ciencia y filosofía, por Rubén Valenti.


Matute Álvaro. Op. Cit…p. 50.


FUNDACIÓN DEL ATENEO DE LA JUVENTUD.
Las actividades teóricas y prácticas que realizaban los ateneístas no sólo les permitieron consolidar un estilo propio de pensamiento, si no que, también, los coloco como uno de los grupos mas representativos de la historia cultural en México, esto después de conformar lo que podría llamarse un horizonte cultural con fisonomía propia que se origina en las postrimerías del porfiriato y que trasciende en la alborada de la revolución mexicana. Para dar entidad real a este movimiento se funda el 28 de octubre de 1909 el Ateneo de la Juventud. “Antonio Caso inició esta agrupación con las conferencias y discusiones de temas filosóficos, en el Salón del Generalito, de la Preparatoria. Más tarde, con la llenada del dominicano Pedro Henríquez Ureña, ‘espíritu formalista y académico’, tomó cuerpo de Ateneo.”
“Gracias al texto de la escritura notarial se sabe, además de quiénes fueron los socios fundadores, que el 25 de septiembre de 1912 cambió su nombre por el de Ateneo de México, y que fueron presidentes de la asociación civil, en orden consecutivo, Antonio Caso, Alfonso Cravioto, José Vasconcelos, Enrique González Martínez y otra vez Antonio Caso.”
“Cinco clases de miembros formarían el Ateneo: fundadores, activos —los cuales tenían las mismas obligaciones—, asistentes, correspondientes y honorarios. Los dos primeros se obligaban a pagar dos pesos al mes. La mesa directiva estaba formada por un presidente, un vicepresidente, un secretario de correspondencia, uno de actas y un tesorero.”

Uno de los hechos mas considerables del ateneo es el logro de la fundación de la Universidad Popular Mexicana la cual “constituye un puente entre el desaparecido Ateneo y el retorno de la diáspora y el aglutinamiento de buena parte de ateneístas bajo la égida vasconceliana en la Universidad Nacional, primero, y después en la Secretaria de Educación Pública, a fin de cuentas, instituciones vitalizadas por el impulso básico de los ateneístas, que así colaboraron en la reconstrucción nacional.”


Vasconcelos José. Ulises Criollo; México: Ediciones Botas, 1935. p. 266.
Matute Álvaro. Op. Cit…pp. 50- 51.
Apud. Matute Álvaro. Tanto Innes como Garcidueñas reproducen los estatutos del Ateneo
Idem. p. 52.




DECLIVE.

Poco a poco el ateneo se fue solidificando en el medio intelectual, sin embargo, después de la caída del régimen de Díaz y con la llegada de Madero al poder, las diferencias de opinión en torno a este sujeto, se vieron reflejadas en un primer quebrantamiento. Posteriormente otra notable diferencia se dio al arribo de Victoriano Huerta a la presidencia, algunos decidieron colaborar con el, quienes no encontraron conveniente dar apoyo a Huerta decidieron dejar el país momentáneamente.
Por otro lado el ateneo tuvo un declive de imagen a través de los años, algunos de sus integrantes contribuyeron en dejar una mala imagen de este grupo, nos sirven como ejemplo:
“Martín Luis Guzmán, el mejor testigo de la Revolución, luchador incansable porque la educación fuera laica, que al final se le recuerda por haber felicitado a Gustavo Díaz Ordaz. Más patético es el caso de Vasconcelos, quien al final de sus días, completamente amargado, hizo una versión censurada de Ulises Criollo. Monsiváis lo resume así: Vasconcelos es el triunfo, el fracaso, la tragedia, el resentimiento y la simpatía por Hitler en sus desdichados años finales.”

LEGADO.
Los aportes culturales del Ateneo de la Juventud se pueden dividir en dos ramos:
a) individuales. Resaltan Alfonso Reyes, Julio Torri, Pedro Henríquez Ureña, Antonio Caso, José Vasconcelos, entre otros. Son personajes salidos del ateneo que han marcado la vida intelectual de México en el siglo XX.
b) Colectivos. Lo más significativo de su trabajo se refleja en su proyecto educativo que se refleja en las acciones de Vasconcelos como Secretario de Educación. Otro de sus logros fue el valor de poner en práctica sus ideales y caracterizarse por la seriedad a su trabajo. Además dice Monsiváis, uno de los aportes más importantes es su introducción de la idea de “rigor” como concepto formativo.

García, Aguilar Juan Carlos. “Ateneo de la Juventud la crónica de una amistad”. Culturas, sábado 12 de julio, del 2008: p. 4.


CONCLUSIÓN.
El ateneo mas allá de significarse una generación con ideales bien definidos representa una revolución del pensamiento, ya que de manera rebelde e inconforme ante la cultura de su época trastocan los cimientos sociales y educativos del positivismo, propician también, el retorno al humanismo y a los grandes clásicos.
Además de renovar el sentido cultural y científico de México. Son precursores directos de la Revolución, son como se menciona en las primeras líneas de este trabajo crítica y oposición, en este caso al porfirismo, son a su vez, valores renovados, rebeldía, sentimiento de responsabilidad, solidaridad ante la ciencia y afán de búsqueda de alternativas ante los impedimentos, son una revolución moral.


BIBLIOGRAFIA.
Matute Álvaro. La revolución mexicana: actores, escenarios y acciones; México: Océano, 2002

Vasconcelos José. Ulises Criollo; México: Ediciones Botas, 1935.

Azuela Salvador. La revolución mexicana, estudios históricos; México: INHERM, 1988.

Bailón, Corres Jaime; at al. El siglo de la Revolución Mexicana, (tomo I); México: INHERM, 2000.

García, Aguilar Juan Carlos. “Ateneo de la Juventud la crónica de una amistad”. Culturas, sábado 12 de julio, del 2008.

Mac Gregor, Fernández Genaro. EL Ateneo de la Juventud. En línea. Internet. México: 22 de abril, 2009.disponible en: http://www.centenarios.org.mx/AteneoJuventud.pdf

JORGE IVAN CAMACHO MENDOZA

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